¿Qué pasa si mañana tu socio no vuelve?
¿Si le pasa algo, si decide irse, si simplemente cambia de rumbo?
¿Qué pasa si vos tenés que quedarte sola, sin tener ni idea de qué decisiones tomar?
A mí me pasó algo que me obligó a mirar ese vacío de frente.
Hace unos años, salí a montar bicicleta con mi socia. Era una salida tranquila, de esas que una aprovecha para hablar del día a día, reírse y también pensar en el negocio desde otro lugar. Hasta que todo se rompió en un segundo.
Ella se accidentó. El casco quedó partido. Estaba completamente desorientada. La llevamos al hospital, y por suerte no fue nada grave, pero en ese momento me paralicé. No solo del susto. También de todo lo que no habíamos hablado.
¿Y si hubiera sido peor? ¿Qué hubiera hecho yo? ¿Quién toma decisiones si ella no puede? ¿Qué pasa con la empresa? ¿Qué pasa conmigo?
Ese día entendí que, como muchas duplas de socios, nos habíamos saltado las conversaciones importantes. Esas que cuestan. Las que dan miedo. Las que parecen innecesarias cuando todo está bien.
Pero son las que marcan la diferencia cuando las cosas cambian.
Conversaciones que nunca tuvimos (pero deberíamos):
No hablamos de su estilo de vida ideal, ni del mío.
No hablamos de qué pasaba si un día quería ser mamá.
No hablamos de si quería estar en la empresa para siempre, o solo por un tiempo.
No sabíamos si queríamos una empresa para crecer sin freno o una que nos diera libertad.
Nunca dijimos cómo saldría una si ya no quería estar.
Tampoco qué haríamos si una no cumplía su parte.
Mucho menos, qué pasa si alguien se enferma. O se enamora. O se va a estudiar. O muere.
Y no, no es exagerado hablar de eso. Es responsable.
Hoy, después de más de diez años trabajando con empresarios, me sorprende ver cuántos todavía no tienen un acuerdo de socios integral. Muchos apenas tienen uno legal (cuando lo tienen). Pero un buen acuerdo no es solo un documento. Es una conversación. Un espejo. Un espacio donde cada socio puede poner sobre la mesa su propósito, su historia, su energía, y desde ahí construir algo que de verdad los sostenga.
No se trata de evitar los conflictos. Se trata de saber cómo enfrentarlos.
De conocerse. De respetarse. De decidir cómo cuidarse en el largo plazo.
Una empresa es tan sólida como la relación entre sus socios. Y esa relación se cultiva hablando.
¿Y ahora qué?
No esperes a que pase algo para tener estas conversaciones. No hay que hacerlo solos, ni al azar.
En Taller A diseñamos espacios guiados, seguros y profesionales para tener estos diálogos desde lo legal, sí, pero también desde lo humano. Porque una empresa sana no se construye solo con cifras, sino con acuerdos conscientes.
Si esto te removió algo, hablá con tu socio.
Y si no saben por dónde empezar, es hora de escribirnos. Estamos para acompañarlos.